Así como el 24 de junio pasado se cumplieron 100 años del nacimiento del más grande piloto de coches que hubo, este 17 de julio se cumplieron 16 años desde su partida. El título de este post lo dice todo, y a pesar de no ser muy descriptivo, notarán que un apellido basta para saber de quién se trata. Hablo de Juan Manuel Fangio. Ya de entrada las opiniones pueden ser discutidas, pues mientras varios consideran que el más grande fue Senna, o Schumacher, o Prost, o Hakkinen, o Gilles Villeneuve o algún otro corredor, inclusive muchos de estos grandes nombres ilustres dentro del automovilismo alguna vez declararon también que el “Chueco” fue un ejemplo para ellos mismos. Y justamente esto es algo que alimentó aún más su fama de Maestro.
Fangio nació en Balcarce, un 24 de junio de 1911, en el seno de una familia humilde, sencilla, raíces que jamás olvidó afuera. Su pasión por los autos creció pronto, y cuando aún era muy joven, se atrevió a correr su primera carrera, allá por 1936. De más está decir cómo eran los coches de entonces, carentes de tecnologías e innovaciones mecánicas aparecidas después. Por el contrario, su coche era un Ford A, claro que preparado para la ocasión. Su primera carrera, ahora sí oficial, fue dos años más tarde, repitiendo marca, pero en este caso un Ford modelo V8. Hablamos de 1938, pero para entonces ya se estaba haciendo un lugar entre los grandes del automovilismo nacional de aquel entonces, entre ellos, Oscar Gálvez.
La guerra (cuando no) obligó a suspender muchas actividades, inclusive vinculadas con las carreras. Pero Fangio regresó. Y tan solo 10 años después de su debut oficial, ya se encontraba en Europa compitiendo con los maestros de entonces. Ascari, Farina, Fagioli, Tarzo Nuvolari (aquel que llegase a competir con un avión para ver si un auto de carreras podía batir a un aeroplano). En su gran mayoría, pilotos italianos y franceses, alemanes y británicos.
Y en 1950 comenzó la Fórmula 1. Se sabe bien que no era la misma de ahora, sin todas las reglas, circuitos, número de pilotos y de equipos, entre otras cientas de cosas que hoy hay, y por las cuales a veces muchos se interrogan por qué o para qué están.
La primera temporada de Fórmula 1 tuvo tan solo 7 carreras, y Fangio las corrió con un Alfa Romeo. Ganó, y no en cualquier lugar; Mónaco, Bélgica en una mucho más larga y complicada Spa, y Francia en la recordada Reims, fueron sus logros en aquel año. Finalizó subcampeón, pero ya estaba lo suficientemente listo para empezar a dar cátedra.
Y de allí, sus títulos. 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957. La excepción fue 1952, cuando sufrió un fuerte accidente en Monza, por el cual se rompió el cuello y debió permanecer internado, perdiéndose la temporada entera. En 1953 volvería y saldría subcampeón, casi como si nada.
Sus triunfos a lo largo de su carrera incluyeron no solo Spa y Montecarlo, sino también Monza, Zandvoort en Holanda y Nürburgring, pero no la pista de 5 kms de hoy, sino la de 28, dividida en Nordschleife y Südschleife (pronunciadas “Nórdshif” y “Sóedjlif”). En ésta última obtendría en 1957 quizás su victoria más importante, que quedaría grabada como una de las carreras más apasionantes de la historia del deporte. En aquel Gran Premio de Alemania, un Chueco aún tetracampeón logró batir todo obstáculo que se le cruzó, desde problemas mecánicos al comienzo hasta rivales al final, superando a las dos Ferrari punteras en las últimas vueltas (¡y había que recordar cada curva de un circuito de 28 kilómetros!), para ganar su quinto título, aún con dos carreras más por disputarse.
Al año siguiente, fue su recordado secuestro en Cuba, en manos de guerrilleros de Castro. Debía correrse una carrera allí, pero el Chueco no pudo. Sin embargo, él mismo declaró, una vez liberado, que había sido tratado como un caballero, sin agresiones ni nada de eso, para tener una idea del peso de su apellido en el mundo.
Su retiro de la Fórmula 1 sin embargo no le significó el alejamiento del mundo motor. Por el contrario, continuó participando activamente, tanto fundando como presidiendo asociaciones diversas relacionadas al automovilismo nacional e internacional, o corriendo en desfiles de coches antiguos en aquellos circuitos que lo vieron ganar alguna vez. Fue nombrado ciudadano ilustre, embajador honorario y condecorado por sus logros en varios lugares del mundo. Pero esto no fue solamente por sus logros deportivos, sino también por su trato con todos, sea con colegas como con jefes de equipo, o autoridades diversas. Como se dijo antes, su raíces jamás las olvidó en la cuna.
La magia duró hasta el 17 de julio de 1995, cuando sus problemas de salud no le dieron tregua. Desde la década del 70 que estaba complicado, siendo sometido a diversas intevenciones, especialmente cardíacas, una de ellas en manos de otro grande como fue el Dr. René Favaloro. Sus apariciones se limitaron a un par de años antes de us partida, llegando al menos a entregarle el trofeo de ganador al propio Ayrton Senna en el Gran Premio de Brasil de 1993.
¿Alumno y maestro? Igualmente, grandes amigos. Dos leyendas indiscutidas. |
Sin embargo, hoy esa magia está más viva que nunca. El recuerdo hacia alguien como Fangio continúa vigente no solo gracias a los familiares, a los fans o a quienes mantienen, gracias a una labor valiosísima, el Museo Fangio de Balcarce (activo desde 1986); los colegas, tanto de sus épocas como de las modernas, continúan considerándolo como un ejemplo, tanto dentro como fuera de la pista, por su habilidad de manejo o su trato con los demás. Y a 100 años de su nacimiento, y 16 de su fallecimiento, estoy seguro de que muchos lo recordaron y recordarán más que nunca. Porque el legado del Chueco, es simplemente inolvidable.
¡Saludos y gracias!