domingo, 23 de junio de 2013

TAHITÍ, LA HAZAÑA ESTÁ CUMPLIDA



La participación de Tahití en la Copa de las Confederaciones de Brasil 2013 sin dudas que quedará en el recuerdo por un buen tiempo. No es necesario aclarar que no por su juego, sino porque, a pesar de la inexperiencia, y de que apenas un solo jugador es profesional, el equipo se entregó en cada juego y se ganó el cariño y el reconocimiento de la hinchada local y de quienes venimos siguiendo la competición y nos llaman la atención este tipo de actuaciones.
Como se sabe, Tahití accedió luego de ganar la Copa de Oceanía. Extraño suena que, siendo Nueva Zelanda la gran potencia de este continente -teniéndose en cuenta que ahora Australia juega, por desgracia o no, en la zona asiática-, haya sido un pequeño equipo el vencedor. Es, sin embargo, uno de los mejores equipos de aquel continente, y sus resultados frente a equipos que no son ni Australia ni Nueva Zelanda son más que positivos, incluyéndose en su historial, además de la mencionada Copa continental, una de las mayores goleadas de la historia, a las Islas Cook, un 30 a 0 en 1971.
Su participación en la Copa Confederaciones, por supuesto estuvo cargada desde el comienzo de incertidumbre, ya que más de alguno debe haber pensado que podría dar alguna sorpresa, cosa que finalmente no ocurrió, y la lógica del fútbol hizo de las suyas.
Tahití perdió sus tres partidos por goleada. 6 de Nigeria, 10 de España y 8 de Uruguay suman un total de 24 goles en contra, contrastando el único gol a favor que anotaron frente a los africanos -obra de Jonathan Tehau, un humilde repartidor-. Si bien su juego fue pobre, comparado con el de sus rivales, no son discutibles sus llegadas al arco, más de una jugada interesante y colectiva, y por supuesto el gol anotado en el primer partido. El esfuerzo de los jugadores para tratar de evitar los abultados resultados generó en el público un afecto indiscutible, expresado en las ovaciones a cada jugador luego de un quite, de un tiro al arco, de una falta a favor, o incluso, luego de una expulsión o de un penal atajado. Ese reconocimiento se volvió mutuo cuando, luego del último partido frente a Uruguay, el plantel tahitiano llevó consigo banderas de Brasil, para devolver a la gente tamaña recepción.

Marama Vahirua, único jugador profesional del equipo. Hoy en Grecia, supo jugar nada menos que en el Mónaco de Francia.

Lo malo, o curioso, es el hecho de que algunos periodistas, aún conociendo el carácter de amateur de la selección tahitiana, no hayan tenido problema en criticar a los jugadores justamente por el poco juego o por jugadas que implicaron errores insólitos y que llevaron incluso a goles de los rivales. Hay que tener en cuenta que, en toda su historia, es la primera vez que Tahití accede a una competición de relativa importancia como una Copa Confederaciones, y que el plantel no tiene la culpa de tener enfrente a tres poderosas selecciones. ¿Lástima entonces? No necesariamente. Tahití tuvo sus méritos para llegar, y el juego plasmado en el terreno de juego demuestra que, a pesar de no ser profesionales, pueden mejorar e incluso defenderse de forma efectiva frente a equipos grandes. Al estar en desventaja, es evidente que el público local animará al más debil, como quedó ampliamente demostrado.
De aquí en más, llegarán las preguntas, esas cuestiones que pasarán al olvido y regresarán cuando la situación lo amerite. ¿Qué le espera a este equipo de Tahití? ¿Tendrán posibilidades de acceder a un mundial, o al menos, a rondas finales en la eliminatoria de Oceanía? ¿Se buscará, luego de esta experiencia, el perfeccionamiento de los jugadores, para afrontar nuevas competiciones de este tipo? Tahití no está última según la FIFA; en el puesto 138 del ránking mundial, se ubica por delante de países con niveles -aparentemente- aún peores, tanto de Asia como de África, Centroamérica y Oceanía, y de selecciones europeas, como Malta, Liechtenstein, Luxemburgo, y la indiscutiblemente última San Marino. Su participación en Brasil no lo subirá siquiera hasta los primeros 50 o 60 puestos, pero su progreso dependerá únicamente de cuánto puedan mejorar en los próximos cuatro años, de cara a la siguiente copa del mundo.
Haber llegado a estas instancias, y jugar con gran valor y determinación ante grandes como Nigeria -campeón y potencia de África-, España -campeón del mundo- y Uruguay -campeón y potencia de América-, amerita un reconocimiento aún mayor. Lo importante, es haber llegado. Aplausos para Tahití, ¡la hazaña está cumplida!

El equipo celebrando su único gol en la Copa Confederaciones.