La participación de Tahití en la
Copa de las Confederaciones de Brasil 2013 sin dudas que quedará en el recuerdo
por un buen tiempo. No es necesario aclarar que no por su juego, sino porque, a
pesar de la inexperiencia, y de que apenas un solo jugador es profesional, el
equipo se entregó en cada juego y se ganó el cariño y el reconocimiento de la hinchada local y de quienes venimos
siguiendo la competición y nos llaman la atención este tipo de actuaciones.
Como se sabe, Tahití accedió luego
de ganar la Copa de Oceanía. Extraño suena que, siendo Nueva Zelanda la gran
potencia de este continente -teniéndose en cuenta que ahora Australia
juega,
por desgracia o no, en la zona asiática-, haya sido un pequeño equipo el
vencedor. Es, sin embargo, uno de los mejores equipos de aquel
continente, y sus resultados frente a equipos que no son ni Australia ni
Nueva Zelanda son más que positivos, incluyéndose en su historial,
además de la mencionada Copa continental, una de las mayores goleadas de la historia, a las Islas Cook, un 30 a 0 en 1971.
Su participación en la Copa Confederaciones, por supuesto estuvo
cargada desde el comienzo de incertidumbre, ya que más de alguno debe haber
pensado que podría dar alguna sorpresa, cosa que finalmente no ocurrió, y
la lógica del fútbol hizo de las suyas.
Tahití perdió sus tres partidos
por goleada. 6 de Nigeria, 10 de España y 8 de Uruguay suman un total de 24
goles en contra, contrastando el único gol a favor que anotaron frente a los
africanos -obra de Jonathan Tehau, un humilde repartidor-. Si bien su juego fue
pobre, comparado con el de sus rivales, no son discutibles sus llegadas al
arco, más de una jugada interesante y colectiva, y por supuesto el gol anotado
en el primer partido. El esfuerzo de los jugadores para tratar de evitar los
abultados resultados generó en el público un afecto indiscutible, expresado en
las ovaciones a cada jugador luego de un quite, de un tiro al arco, de una
falta a favor, o incluso, luego de una expulsión o de un penal atajado. Ese
reconocimiento se volvió mutuo cuando, luego del último partido frente a
Uruguay, el plantel tahitiano llevó consigo banderas de Brasil, para devolver a
la gente tamaña recepción.
Marama Vahirua, único jugador profesional del equipo. Hoy en Grecia, supo jugar nada menos que en el Mónaco de Francia. |
Lo malo, o curioso, es el hecho de
que algunos periodistas, aún conociendo el carácter de amateur de la selección
tahitiana, no hayan tenido problema en criticar a los jugadores justamente por
el poco juego o por jugadas que implicaron errores insólitos y que llevaron
incluso a goles de los rivales. Hay que tener en cuenta que, en toda su
historia, es la primera vez que Tahití accede a una competición de relativa
importancia como una Copa Confederaciones, y que el plantel no tiene la culpa
de tener enfrente a tres poderosas selecciones. ¿Lástima entonces? No
necesariamente. Tahití tuvo sus méritos para llegar, y el juego plasmado en el
terreno de juego demuestra que, a pesar de no ser profesionales, pueden mejorar
e incluso defenderse de forma efectiva frente a equipos grandes. Al estar en
desventaja, es evidente que el público local animará al más debil, como quedó
ampliamente demostrado.
De aquí en más, llegarán las
preguntas, esas cuestiones que pasarán al olvido y regresarán cuando la situación
lo amerite. ¿Qué le espera a este equipo de Tahití? ¿Tendrán posibilidades de
acceder a un mundial, o al menos, a rondas finales en la eliminatoria de
Oceanía? ¿Se buscará, luego de esta experiencia, el perfeccionamiento de los
jugadores, para afrontar nuevas competiciones de este tipo? Tahití no está
última según la FIFA; en el puesto 138 del ránking mundial, se ubica por
delante de países con niveles -aparentemente- aún peores, tanto de Asia como de
África, Centroamérica y Oceanía, y de selecciones europeas, como Malta,
Liechtenstein, Luxemburgo, y la indiscutiblemente última San Marino. Su
participación en Brasil no lo subirá siquiera hasta los primeros 50 o 60
puestos, pero su progreso dependerá únicamente de cuánto puedan mejorar en los
próximos cuatro años, de cara a la siguiente copa del mundo.
Haber llegado a estas instancias,
y jugar con gran valor y determinación ante grandes como Nigeria -campeón y
potencia de África-, España -campeón del mundo- y Uruguay -campeón y potencia
de América-, amerita un reconocimiento aún mayor. Lo importante, es haber llegado. Aplausos para Tahití, ¡la
hazaña está cumplida!
El equipo celebrando su único gol en la Copa Confederaciones. |