martes, 19 de febrero de 2013

COPÉRNICO Y EL HELIOCENTRISMO INESPERADO



Nicolás Copérnco

Anaximandro y Ptolomeo sostenían en la Antigua Grecia que la Tierra era el centro del universo, y el Sol era un astro más que giraba a su alrededor. Esta concepción no podría ser discutida, pues eran las épocas en las que el hombre empezaba a explorar, a conocer, a buscar respuestas a aquellos fenómenos de la naturaleza que, hasta entonces, no las tenían, y todo aquello que descubría, era considerado como cierto. La Tierra, firme en su lugar, era sitio de contemplación de las estrellas, y por supuesto, del Sol y su recorrido que determinaba las noches y los días. Muchos siglos después, ya hacia fines de la Edad Media, los científicos del momento continuaban sosteniendo estas ideas, y la religión, aportaba lo suyo considerando que, por ser los únicos seres vivos en la galaxia, los humanos eran las criaturas más importantes de Dios. Hacia mediados del siglo XVI, aquello cambiaría.
Nicolás Copérnico no tenía previsto ser astrónomo. Nacido en Torun, Polonia, y en el seno de una familia de comerciantes adinerados, luego de quedar huérfano se refugiaría en un templo religioso, y estudiaría derecho canónico. Más tarde se especializaría en economía, y posteriormente en medicina, pero estaba aún lejos de observar hacia el cielo. ¿Astronomía? Era algo que no le llamaba la atención, menos si manejaba las finanzas de buena forma y la medicina lo entretenía. Sin embargo, debido a sus estudios, se rozaría con el Humanismo, que influiría y provocaría un considerable cambio en su pensamiento, para dar así lugar a sus estudios astronómicos. Llegó a presentar sus primeros trabajos hacia 1507, adquiriendo pronto un gran prestigio dentro de la comunidad científica. Contaba entonces con 34 años, y jamás habría imaginado llegar tan alto en tan poco tiempo.
Dispuesto a desmentir al lejano Ptolomeo -no intencionalmente, ya que era admirador del griego-, Copérnico publicaría tres libros, el último en 1543 -año de su muerte-, en los que explicaría que el centro del Sistema Solar era el Sol, y que tanto la Tierra como los demás planetas giraban alrededor del mismo, en círculos perfectos. Hay que tener en cuenta que en aquella época no todos los planetas habían sido descubiertos, y que por lo tanto el modelo del Sistema Solar permanecía bastante más reducido. Si bien desde Roma se había pedido, algunos años antes, que sus trabajos fueran publicados, dada la importancia que habían adquirido, los críticos aparecerían aún antes de verse completa su obra. Lo que más discutían, era aquella posibilidad de que la Tierra no fuera el centro del universo, ya que las ideas de Ptolomeo habían sobrevivido al paso de los siglos y parecían irrefutables. Copérnico también había tenido muy en cuenta las concepciones tolomeicas, pero se había valido de estudios de otro personaje griego, Aristarco de Samos, quien en épocas del propio Ptolomeo había postulado la teoría del Heliocentrismo. Sabemos cuál trascendería después.

Exposición del Modelo de Copérnico
El peligro de la Inquisición estaba muy presente en el siglo XVI; Copérnico lo sabía, y por ello la negativa de publicar sus obras, hasta que un cardenal desde la Santa Sede le solicitara darlos a conocer. Y una vez conocidos, serían criticados, a tal punto que ya en 1616, serían definitivamente marcados como libros prohibidos. Uno de sus sucesores, Galileo Galilei, sería condenado por el tribunal inquisitorial, justamente por sostener las ideas de su maestro. La teoría Heliocéntrica sería considerada inválida como así todos los trabajos de Copérnico que iban en contra de los ideales etnocéntricos medievales. Otro de sus seguidores, el danés Tycho Brahe correría una suerte diferente, ya que, desde el norte, se convertiría en un increíble observador, un gran astrónomo, y permanecería liberado de toda amenaza religiosa. Johannes Kepler, nacido unos años después de la muerte de Copérnico, se atrevería a corregir un poco la teoría, estableciendo que los planetas giraban alrededor del Sol, pero no en órbitas circulares perfectas, sino en elipses, de forma ovalada.
Moriría en 1543, sin saber que sus libros y su teoría serían tanto prohibidos por la Iglesia como defendidos por discípulos como Galileo, Brahe, Kepler y Newton, y que, a pesar del veto y la censura, sus publicaciones también superarían el paso del tiempo. Sin imaginarlo, de la economía y la medicina pasaría a la astronomía y en parte por influencias humanistas; en épocas en que la Inquisición en Europa era muy fuerte, mantuvo su postura intelectual y se ganó tanto admiradores como detractores. La posterior corrección de Kepler contribuiría al perfeccionamiento de las ideas del polaco, considerado hoy como uno de los más grandes astrónomos de la historia, a pesar de haber planteado un Heliocentrismo inesperado, por la época y porque definitivamente, no estaba en sus planes.
A quinientos cuarenta años de su nacimiento, va dedicado este espacio a Nicolás Copérnico.
¡Saludos y gracias!


Fuentes: Enciclopedia Geográfica LA TIERRA, Tomo I, El Universo. Edición de la revista Biliken, 1993.
                Archivo personal.

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